Conmemorar es, después de todo, recordar. Debemos recordar no sólamente que el Muro cayó hace 20 años, sino porqué cayó. Debemos recordar que el Muro de Berlín fue el símbolo de algo más que la Guerra Fría, más que la división de Europa.
Fue el símbolo de una ideología malvada que negó la dignidad humana, negó la verdad, respetando sólo el poder.
Cuando el Muro cayó, la verdad y la dignidad humana triunfaron sobre el poder, en un raro momento del siglo veinte. Pero esa victoria no es permanente.
Hoy, en el siglo veintiuno, enfretamos nuevas ideologías que desafían la dignidad humana y ven la verdad como algo que ellos decretan.
Por eso es que necesitamos recordar porqué cayó el Muro. Y es una tragedia que el presidente Obama no encabece ese recuerdo.
El 9 de noviembre de 1989 fue la culminación, no el comienzo, del avance de la libertad y la dignidad humanas en Europa del Este. La grieta en ese Muro por donde se colaría aquel torrente en 1989 fue hecha diez años antes por el Papa Juan Pablo II durante su histórica visita a su nativa Polonia en junio de 1979.
Juan Pablo II fue visto por un tercio del pueblo polaco en misas y presentaciones en todo el país. Mientras hablaba fue señalando, una a una, las mentiras del comunismo.
A la gente a la que se le había dicho que eran apenas sujetos del estado supremo, él les dijo que eran hijos de dios, responsables y libres para tomar decisiones.
A la gente que había sido aislada por el terror permanente causado por la policía secreta y su ejército de informantes, él les dijo: "Nunca pierdan vuestra libertad espiritual".
A la gente cuyos líderes ensalzaban los "beneficios" de 30 años de socialismo, él les dijo que eran herederos de mil años de cristiandad polaca y de incontables sacrificios de polacos por la libertad y la verdad.
Le dijo a los pueblos de las naciones cautivas de Europa y más allá, lo que dice la declaración de indepencia de Estados Unidos: que todo hombre y mujer tiene una dignidad inherente y posee ciertos derechos inviolables.
Que ningún gobierno que niege esos derechos es legítimo. Y que una ideología que viola nuestros derechos y nuestra dignidad es totalitaria por naturaleza, sea una democracia o una dictadura.
Sólo 14 meses después que el Papa dejó Polonia, una ola de paros forzó al reconocimiento oficial del sindicato Solidaridad. Y desde ese momento las fichas del dominó comenzaron a caer. Primero Polonia, después Hungría, Checoslovaquia, Alemania Oriental, y finalmente la propia Unión Soviética.
El Papa no estuvo solo en esta histórica lucha por la libertad. El presidente Ronald Reagan y la primer ministro británica Margaret Thatcher ofrecieron un indispensable liderazgo político.
Y, por lo tanto, es una verdadera vergüenza que el presidente de Estados Unidos -este hombre que gusta usar una retórica de esperanza- no haya participado de esa conmemoración en Berlín.
Tomado del artículo titulado "Berlin Wall is worth remembering" por Newt Gingrich. "The Examiner", 06-11-2009.
Posted by José Pedro Urraburu on 10 de Noviembre 2009 10:24 AM
FUENTE: www.comentarionacional.com/
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