El caso Feldman estremeció a la sociedad uruguaya. No es para menos. Murieron dos personas, que pudieron haber sido muchas más de haber estallado el arsenal de la calle Elba. Una de esas personas eligió matar y morir antes que entregarse; la otra, un agente policial, no eligió nada: fue a trabajar y lo mataron.
Todavía no se sabe para qué ni para quiénes eran las armas que guardaba Feldman. Al comienzo mismo de la indagatoria, el juez del caso y el subsecretario del Ministerio del Interior sorprendieron a la opinión pública, al descartar "a priori" toda conexión de los hechos con móviles políticos. Con el paso de las horas esa actitud inicial se modificó; hoy se dice que todas las líneas de investigación están abiertas. La posibilidad de que haya personas o grupos que se estén preparando para emplear la violencia con fines políticos en el Uruguay, no puede desecharse de antemano.
Son muchas las preguntas que nos hacemos todos, pero es muy poco lo que se sabe. En estas condiciones, no sería justo formular imputaciones contra nadie en particular, si no se cuenta con pruebas que las sustenten. Pero es preciso orientar la investigación. Yo no empezaría por los Boy Scouts, ni por el Cottolengo Don Orione. En cambio, trataría de averiguar si existen elementos que vinculen a Feldman y su arsenal con el MLN-Tupamaros.
En primer lugar, porque es sabido que cuando desarrollaron su acción contra las instituciones democráticas, antes de 1973, los tupamaros tenían varios sitios llamados "berretines", donde ocultaban sus pertrechos bélicos de manera de poder disponer de ellos cuando los necesitasen. En segundo lugar, porque después del restablecimiento de la democracia, entre 1985 y 1994 (hasta donde se sabe), los tupamaros siguieron pensando en que la lucha armada era una alternativa y siguieron preparándose para ella; el libro de Adolfo Garcé, "Donde hubo fuego", aporta abundante información a este respecto.
En tercer lugar, porque las figuras principales de la organización -los senadores Mujica, Topolanski, Fernández Huidobro, Bonomi, el Sr. Marenales, etc.- no sólo no han renegado de su pasado -de un modo o de otro, todos han dicho que en similares circunstancias volverían a hacer lo mismo- sino que se siguen reuniendo para conmemorar sucesos delictivos y sangrientos como lo fue, por ejemplo, la llamada "toma de Pando", perpetrada el 8 de octubre de 1969.
El tupamaro y senador José Mujica es candidato a la presidencia de la república y tiene gran chance de resultar electo. Para él el caso Feldman representa, si bien se miran las cosas, una oportunidad extraordinaria. En efecto:
mientras el país entero está conmovido por lo sucedido, Mujica podría pronunciar un discurso histórico y absolutamente decisivo, desde el punto de vista electoral.
Mujica le haría un gran bien al país si anunciara que los tupamaros le han dicho, definitivamente y para siempre, adiós a las armas; que para ellos ya no existe el "horizonte insurreccional", sino sólo el horizonte constitucional; que si gana y es presidente gobernará dentro del marco de la Constitución, y que si pierde y tiene que volver al llano, hará oposición también dentro del marco de la Constitución.
Nos tranquilizaría a todos los uruguayos si exhortara a quienes hoy actúan en el borde de la legalidad -los "Fogoneros" o la "Plenaria Memoria y Justicia" por ejemplo- a deponer su actitud provocadora y sustituirla por otra, de lealtad a las instituciones democráticas.
Marcaría un hito en la historia política del país, si dijera que a partir del año que viene, los tupamaros dejarán de conmemorar el 8 de Octubre de 1969 y se reunirán con los demás uruguayos el 18 de Julio, para celebrar todos juntos el día de la jura de la primera Constitución.
Ese gran discurso es un discurso inaudito, en la primera acepción del término: nadie lo ha oído, porque el candidato frenteamplista no ha querido pronunciarlo. Prefirió dedicarse a ridiculizar a Jorge Batlle y a Lacalle.
Tomado del artículo titulado "El discurso inaudito" por Ope Pasquet. Montevideo.com
FUENTE: Comentario Nacional
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